29.11.07

Mi otra cara


Soñar que uno está enamorado
y que te besan al alba.
Soñar con la libertad
mientras te aplastan.
Soñar que vuelo
mientras mis pies se hunden
En el fango que corroe.
Reconocer una foto marchita
y borrar el tiempo
como quien plancha una arruga.
Es soñar el equilibrio
que me mantiene derecha.
La realidad y el sueño
dos patas de una misma mesa
en la que come el silencio.
Si derribo la vigilia
también caerán mis sueños.

26.11.07

Estructura fractal






A veces, al pararme a pensar en cualquier hecho, en la forma de una flor, en el abandono, en los sueños o en la muerte, no importa la cuestión, siento una mezcla de angustia y asombro. Me paro ante la repetición minuciosa de las cosas. De esas cosas que a su vez están hechas de pequeños elementos que se repiten hasta el infinito. Eso que llaman estructura fractal me maravilla y me asusta.
El sábado 24 de noviembre estuve en el “Saló del llibre” de Barcelona. Allí escuchamos un emocionante duelo o desafío poético, entre Joan Margarit y Feliu Formosa, dos grandes de las letras catalanas que no me defraudaron. Tuvieron que luchar con un ruido infernal que lo ocupaba todo e incluso con los portazos de una puerta metálica que nadie se molestaba en sujetar. Era como contra viento y marea. A pesar de todo, los autores tuvieron la oportunidad de hacerme pensar.
En un momento dado de su intervención, Joan Margarit nos recitó un poema recogido en su último libro “Barcelona amor final” que habla de un profesor que tuvo en la Facultad de arquitectura y que comenzaba cada clase recordando los meses, días y horas que hacía que había muerto su hija, en un homenaje eterno que él se había propuesto hacer. Muchos años después, Margarit comprende a su profesor de una manera casi mágica. El poeta también perdió a su hija y no puede olvidar la conexión extraña, la repetición dolorosa que experimenta como discípulo de su profesor también en el dolor.
Es cierto que la repetición constante es el ritmo musical de la vida. Es una música a veces maravillosa y otras, despiadada. Todo es ritmo y música en última instancia.
Joan Margarit acabó recitando un poema de Antonio Machado que quiero también ofrecer en este espacio y que trata de realidad y sueño.



Era un niño...
Antonio Machado
Era un niño que soñaba


un caballo de cartón.


Abrió los ojos el niño


y el caballito no vio.


Con un caballito blanco


el niño volvió a soñar;


y por la crin lo cogía...


¡Ahora no te escaparás!


Apenas lo hubo cogido,


el niño se despertó.


Tenía el puño cerrado.


¡El caballito voló!


Quedóse el niño muy serio


pensando que no es verdad


un caballito soñado.


Y ya no volvió a soñar.


Pero el niño se hizo mozo


y el mozo tuvo un amor,


y a su amada le decía:


¿Tú eres de verdad o no?


Cuando el mozo se hizo viejo


pensaba: Todo es soñar,


el caballito soñado


y el caballo de verdad.


Y cuando vino la muerte,


el viejo a su corazón


preguntaba: ¿Tú eres sueño?


¡Quién sabe si despertó!

19.11.07

Maravillas recogidas por Piglia

Recojo aqui un fragmento del libro "Formas Breves" de Ricardo Piglia que resume muy bien la esencia del cuento:
"Hay una historia que cuenta Italo Calvino en "Seis propuestas para el nuevo milenio"que puede ser vista como una de las síntesis fantástica de la conclusión de una obra.
Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores . pasaron cinco años y el dibujo aún no estaba empezado. "Necesito otros cinco años", dijo Chuang Tzu. El rey se los concedió. Transcurrieron diez años, Chuang Tzu tomó el pincel y en un instante, con un solo gesto, dibujó un cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto."
La maravilla de los cuentos cortos no deja de asombrarme.

15.11.07

El colchón



Debería de haberme puesto las zapatillas. Quién me mandaría ponerme los zapatos. Vieja chocha. Maldita hebilla. A lo mejor ese chico. Es inútil, cruza a la otra calle, ni me mira. Apoyaré el colchón contra esa pared y allí lo recogerá el camión, al lado de la basura. Qué lejos se ve. La carga para mí sola, como siempre. Pesa el condenado. Buenas siestas se pegó el gachón. Aún huele a vino. Se me escurre. Quién me iba a decir a mí, con la fuerza que yo tenía. Qué calor. Y las monas que durmió el tío. Y que no pasa nadie. Es lo último que me queda de Dionisio. Ay! Mi pie. Por fin terminé con todo. Son tantos años. La rodilla también. En cuanto llegue me tomo la pastilla. Qué memoria tengo. Aún tiene el hueco de su cuerpo. Es mejor así, sin que nadie me vea. Las vecinas dirían que no lo guardo de recuerdo. Que un marido es un marido. Un respeto, diría Luisa. Ella qué sabe de respeto. De puertas adentro él era otro hombre. Si que pesa sí. Me paro aquí un momentito. Ahora no pasa ningún coche. Si él me viera. Pero ya no. Ya no puede nada. Y yo tampoco, esa es la verdad. Yo tampoco nada. Llegué tarde. Qué lejos está esa pared. La mano se me duerme. Sueño eterno para él. Y Dios que me conserve lo mejor. Que aún eso lo conservo. Espero que tenga pesadillas allí donde esté. Los muertos no leen el pensamiento. Dicen que tampoco los vivos. Eso es mentira. Empuja vieja, que ya falta poco. Él sabía lo que yo pensaba, sólo con mirarme a los ojos, o no sé, serían mis gestos que siempre lo dicen todo. Sin una palabra. No te quejes y tira para adelante. Bueno me paro un poquito más. Total ya no tengo prisa ¿Quién habrá dejado estos trastos viejos junto al contenedor? Esta es igualita a mi cómoda. Un poco más vieja, todo hay que decirlo, maltratada. Como si le hubieran dado una tunda de palos. Los cajones son igualitos. Ya casi llego, pero mejor me paro otro poco, que me falta el aire. Si es que no estoy para estos trotes. Y claro, sin el bastón. No me lo iba a traer también, ¿con qué mano lo iba a coger? Si es que estás tonta. Son tantos años. Si estás más vieja que el colchón. Al principio nos gustaba tanto este colchón. Y qué poco duró el gusto. No nos faltaría de na. Ahora que he llegado hasta aquí, no me voy a rendir, no lo voy a dejar aquí en medio. Tapa demasiado el paso. Pero es que ya no puedo más. Y luego Dionisio se apoderó de él. Como si fuera sólo su cama. Como de todo. Mejor sola. Y la gente que poco madruga. Ni un alma. Y mi niño se tuvo que ir de casa. Y ni una palabra. Volverá para enterrarme, le avisarán las vecinas. Para tirar mis trastos, como yo tiro los de Dionisio. Parece que no pasa ni el tiempo, ya debería haber amanecido. Qué haraganes. Y no hay un hombre por ahí que acerque el colchón a la pared. Nada o todo. No nos faltaba de nada. El muy... De nada, de nada, pero todo para él. Tal vez yo tenga la forma de Dionisio como este pobre colchón que se le quedó la marca. Todo en mi casa tiene la forma de Dionisio. Todo está deformado por él. Todo no tiene forma. Ya, ahí se queda el colchón, no puedo más.

2.11.07

REFLEXIONES







Algo que he leído en el blog de mi amigo Eugenio “Dedalus” titulado “Donde todo tiene su sentido” me hizo pensar en algunas ideas que he encontrado en un libro de Enrique Rojas ,“¿Quién eres?” y la influencia que tienen para mí en la escritura.
Mi amigo argumenta que es en su final donde todo cobra sentido ¿Es la muerte para un hombre como el párrafo final de un cuento? ¿Son las últimas palabras de una novela las que hacen que todo lo demás cobre sentido? No sé si literatura y vida están tan conectadas como en un principio parece o tal vez sea esa una relación engañosa. Está claro que hoy en día vivimos, a pesar de todo, de espaldas a la muerte, esclavizados bajo el mito de la eterna juventud. Como muy bien dice Enrique Rojas, catedrático de psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid en su libro, “En la actualidad muchos individuos viven como si la muerte no existiera. Se sitúan de espaldas a ella. En varias culturas anteriores, sin embargo, sucedía lo contrario: la egipcia, la griega, la romana, la occidental desde la Edad Media al Romanticismo…El gran silencio que existe hoy sobre el tema seguramente desaparecerá con el tiempo y, como se trata de un movimiento cíclico, volverá a tener relevancia en una cultura bien trabada”
Puede que al escribir una historia nos olvidemos demasiado a menudo de nuestro objetivo, ese final que lo cierra todo, ¿Cómo prefieres escribir con un final prestablecido o dejándolo surgir?