29.5.08

El hombre inventado


El Hombre inventado

No digas nada. Sueña que eres otro hombre dentro de mi sueño. Deja que dibuje en tu cuerpo todas las palabras que hagan falta, las que no han sido dichas. Así tu piel, cubierta de letras de saliva negra, me contará las mentiras que yo misma he creado. Sueña que eres mi hombre inventado y créetelo que no hay mejor cosa que creer en los sueños.
M. J. Yeste

Y ahora un fragmento de un cuento que me encanta: “La escritura del Dios” de Borges, para que acudan a leerlo entero sin perder más el tiempo.

“Un día o una noche —entre mis días y mis noches, ¿qué diferencia cabe? — soñé que en el piso de la cárcel había un grano de arena. Volví a dormir, indiferente; soñé que despertaba y había dos granos de arena. Volví a dormir; soñé que los granos de arena eran tres. Fueron, así, multiplicándose hasta colmar la cárcel y yo moría bajo ese hemisferio de arena. Comprendí que estaba soñando; con un vasto esfuerzo me desperté. El despertar fue inútil; la innumerable arena me sofocaba. Alguien me dijo: “No has despertado a la vigilia, sino a un sueño anterior. Ese sueño está dentro de otro, y así hasta lo infinito, que es el número de los granos de arena. El camino que habrás de desandar es interminable y morirás antes de haber despertado realmente”.

22.5.08

Ellos

(foto: José Angel Izquierdo)
Te lo dije. Te lo he dicho miles de veces. Ellos están a punto de alcanzarme. Creo que esta vez sí que van a por mí. Hay demasiada oscuridad aquí dentro. No sé por qué todos dicen que ésta es tu casa. La casa de Dios. Por eso he venido hasta aquí para comprobar si así me escuchas ¿No estás en todas partes? En fin, en todo caso es como una oficina, gestión de los pedidos y salida de productos ¿Qué debo ser yo un proveedor o un cliente? Esa señora me manda callar. Me mira con malos ojos ¿La habrán enviado ellos? Espero que me escuches porque no puedo hablar más alto, deben estar cerca ¿Por qué has esperado tanto? ¿Por qué no los has eliminado? ¿Qué significa todo poderoso en tu idioma? Si es que hablas alguno. Te lo he pedido tantas veces. La gente dice que me invento las cosas. Nadie se cree que ellos están en todas partes, que son capaces de hacer cualquier cosa. Yo no sé cómo son pero sé que están ahí, los siento, los puedo oler, siento su presencia omnipotente. Tal vez se escondan bajo cualquier forma, incluso bajo la forma de esta señora que no para de mirarme. Sé que ellos dictan sus leyes. Sé que se creen en posesión de la verdad absoluta. Son los transformadores del mundo. Dominan la energía y las fuerzas que lo mueven. Señora no me mire así. Todos están ciegos. Se mueven tan sólo ante lo que les da una prueba, y yo nunca las he necesitado. Sólo tengo fuerzas para llorar. Me siento impotente. Me duele la boca de explicar a todo el mundo el peligro que corremos. Por eso ellos quieren eliminarme a mí primero. Seguro que nos espera un juicio final, un juicio en el que no valdrán excusas, no valdrán atenuantes, ya no valdrá hacer oídos sordos. Bien dicen que es tan culpable el que hace, como el que consiente ¿Eres tú de esos? No me gustan las velas. No entiendo a cuento de qué la gente enciende las velas. Las velas chorrean lágrimas que se hacen sólidas. No entiendo por qué no haces nada ¿Por qué guardas silencio? ¿No piensas decir nada? Nunca me gustaron las iglesias, huelen a cera y a muertos, a fantasmas, a tristeza. Huelen a ellos. Huelen a…Señora deje de mirarme así, no puedo soportar que me mire así. Grito porque me da la gana, grito porque nadie es capaz de decir lo que hay que decir, porque todo es mentira, porque el mundo es una invención de ellos, y ahora lo veo claro. Señora, que sí, que ya salgo, dígale…o mejor no le diga nada, que él también es como ellos.

15.5.08

Como pez en la pecera

Foto de Keith Carter
Ayer soñé contigo. Soñé que eras un pez nadando en la pecera. Me mirabas con esos ojos redondos con los que no te atreves a decir nada.
No me extrañó que no hablaras, tu vida de pez no se diferencia mucho de la de siempre. Abrías la boca como para decir algo pero tan solo era una mueca viciosa, parte de tu rutina acuática.
Habían pasado los años pero éramos los mismos. Yo intentaba contarte como me sentía. Tampoco se me hacía raro hablarle a alguien que se asemejaba a un pez que se movía de un lado a otro, chocando con las paredes de cristal. No era ese el problema. Lo angustioso era que las palabras tenían que luchar para salir de mi boca, como si el aire hubiera tomado la consistencia del agua. Tal vez era yo la que estaba sumergida en líquido y la pecera, el único reducto disponible.
Esta mañana, al despertar, y, ver que ni tu maleta ni tú estabais en casa, he pensado que ya debe ser demasiado tarde para aprender a nadar.

9.5.08

La destrucción de la destrucción

Yo no sabía que leer a Borges tenía semejantes consecuencias, para bien o para mal, vale la pena saber las cosas . Nunca habría sabido descubrir mi problema sin él. Me había dado cuenta que los argentinos se suelen debatir entre la dualidad, la ambigüedad y están llenos de esa especie de cabezonería propia de los géminis. Pero ahora pienso que tal vez todos ellos leyeron también a Borges. Me miro en el espejo y siento que mi problema está llegando a ser físico, ha traspasado los límites de lo psicológico.
Una sombra, una especie de vaho en el espejo del baño me hizo sospechar que dentro de mí vive un fantasma. Una parte de mí debió morir hace mucho tiempo, puede que antes de nacer. Por eso mi obsesión con la muerte y con saber que objetivo tiene la vida. Como si la dicotomía que me habita me empujara a una eterna contradicción.
Cuando mi madre se quedó embarazada tuvo que estar los nueve meses en reposo. Ya mi fantasma debía amenazar con liquidarme, quería dejar que yo saliera del vientre materno, convertida en simple sangre, y, nunca pudiera aventajarlo en nada.
Mi fantasma continuó su trabajo e iba destruyendo todo a mi alrededor. El hospital donde nací fue derrumbado a los pocos años. El colegio donde estudié lo cerraron, victima de la Reforma. Dejé la profesión para la que estudié. Cerraron la biblioteca de mi barrio a la que yo iba cada día a refugiarme. Mis padres murieron jóvenes y dejé atrás mi pueblo que ya ni siquiera reconozco. Vendí la casa donde pasé mi infancia y no tengo donde volver. ¿Fui yo o mi maldito fantasma? Creo que es para empezar a sospechar. Poco después monté un negocio que cerré a los tres años. Y lo más curioso es que nunca supe porqué me metí en algo que nunca me gustó. Era como si alguien me dictara lo más conveniente para sus intereses. Me saqué el carné de conducir, compré un coche que regalé a los pocos meses y nunca más he vuelto a conducir. A veces tengo la sensación que por el día, yo intento reconstruir todo lo que por la noche destruye mi fantasma. Tal vez la solución sea la destrucción de la destrucción pero eso tal vez fuera darle la razón. Y a eso no estoy dispuesta.

Dedicado a mi amiga Musa, mi argentina peferida.

2.5.08

Escribir a presión


Escribir a presión es como darse una buena carrera con el viento en la cara. Llegas agotado pero el subidón es estupendo. El pasado viernes 25 de abril, participé en una actividad organizada por la Biblioteca Vila de Gracia de Barcelona. 25 personas encerradas en un sótano de la biblioteca, curiosamente, un espacio sin libros, cuyas paredes tienen trozos en los que se ve la piedra como si fueran retales de un pasado medieval.
La cuestión era escribir un relato corto, máximo un folio por las dos caras, en el espacio de tiempo de una hora. El premio era un vale de 100 euros en libros de la librería Taifa de Gracia.
Al principio, nos entraba la risa floja. Mesas bajas con folios en cada parcela para un escritor. La presión comenzó cuando una de las personas eligió, al azar, el tema sobre el que teníamos que basar nuestro cuento: “Una noche en la biblioteca”. La verdad que la consigna, (como diría mi amigo Ariel) no es de aquellas que te inspirarían una novela, ¿o sí? La verdad es que nunca se sabe de donde sale la idea para una novela.
¿A quien se le ocurre participar en un experimento como este un viernes a las nueve de la noche? ¿Hemos cenado? ¿Acaso hemos comido? Los ruidos de las tripas rellenan el silencio de la sala.
La gente comienza a escribir y acto seguido a tachar, a hacer flechas que relacionan unas frases con otras. Ideas que se dan la mano y palabras que chirrían. Es increíble como una palabra te lleva a la otra , y, de la nada, surge un texto con “alguna” coherencia. Lo peor de todo fue leerlo delante de todos, aunque algunos demostraron sus dotes de actores o creadores netos, defendiéndose entre rotuladores fluorescentes, ruidos corporales en la biblioteca, romances con los libros, incendios, aventuras fantásticas y sesudos tratados de literatura. Los relatos eran en castellano y catalán más o menos al 50%.
Indiscutiblemente los cuentos que triunfaron más fueron los de tono humorístico, cosa a tener en cuenta para futuros encuentros, la sorpresa y el humor se mueven muy bien en lugares reducidos, tanto de espacio, como de tiempo. La risa asegura el éxito si está bien llevada.
Creo que todos quedamos agotados. El jurado estaba formado por un agente literario, una escritora y trabajadora de la librería Taifa( que resultó ser mi amiga Irantzu Merino, con lo que estaba asegurado ya, sólo con ella, el buen criterio) y un representante de la biblioteca.
El cuento elegido fue el de un chico alto y desgarbado, del que no recuerdo su nombre, pero que me dejó una muy buena impresión. Su relato era genial, con un toque de humor divertidísimo y nombrando autores y títulos de libros bien escogidos. Hizo una especie de paralelismo entre “Noche de bibliotecas” y “Noche de discotecas”. Un grupo de personas se concentra en diferentes bibliotecas hasta que cazan un buen libro y una pareja, si es posible, tarea nada fácil. Creo que saldrá publicado en la revista Literata de junio. Siento no acordarme de más detalles, pero es que fueron unas horas muy densas y bien aprovechadas
Después, el grupo de amigos que nos habíamos enganchado juntos al concurso, acabamos cenando pizza y riéndonos un montón recordando a Martes y Trece con la empanadilla, un clásico que es ahora un descubrimiento genial para los jóvenes actores con los que compartí la cena. Cuando te acuerdas de cosas de hace 20 años atrás, sientes una sensación agridulce.
Nos quedó “el concentrado de caldo de la olla a presión de la Escritura”. Qué bueno es compartir una afición con los demás.