Viladecans ya ha recogido los restos de la riada
teatral. Se han tapado los agujeros que han dejado las carpas de los circos
ambulantes y se han barrido los despojos de los fuegos artificiales. La resaca
de los espectáculos, lejos de dejarnos dolor de cabeza, nos deja una especie de
nostalgia que durará hasta el verano que viene. Muchos han sido los artistas que
han pasado por la ciudad y a todos se les agradece su esfuerzo. Todo el mundo
agobiado por el ambiente de crisis, sólo
hacía que comentar que la calidad había bajado respecto a otros años. Tal vez
sea así, yo no lo discuto pero también hay que decir que en la sencillez de
muchas actuaciones, también se ha visto mucha grandeza que muchas veces en
épocas más “brillantes” no se ha podido apreciar. Quiero destacar la actuación
del Centro Ocupacional CAVIGA, un centro para disminuidos psíquicos que nos
hizo llorar a todos de la emoción. En este “festival de teatre al carrer” es
tan importante mirar a los artistas como
a las caras de los espectadores. Me encanta observar a los niños bailando como
locos, comentan y preguntan a los trapecistas o los payasos, los miran con
asombro y aplauden sin pudor ni miedo a equivocarse, saben muy bien lo que les
gusta. Las personas mayores aguantan estoicamente horas de pie y nos amamos y
nos odiamos en espacios asombrosos.
Pues sí, el grupo de CAVIGA hizo llorar en la
penumbra a mucha gente. Estuvieron enormes, derrocharon ternura y gracia.
Hicieron un verdadero homenaje al
Festival haciendo teatro, circo, danza, titelles, música y lo más importante
supieron llegar a los sentimientos de la gente.
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