26.11.07

Estructura fractal






A veces, al pararme a pensar en cualquier hecho, en la forma de una flor, en el abandono, en los sueños o en la muerte, no importa la cuestión, siento una mezcla de angustia y asombro. Me paro ante la repetición minuciosa de las cosas. De esas cosas que a su vez están hechas de pequeños elementos que se repiten hasta el infinito. Eso que llaman estructura fractal me maravilla y me asusta.
El sábado 24 de noviembre estuve en el “Saló del llibre” de Barcelona. Allí escuchamos un emocionante duelo o desafío poético, entre Joan Margarit y Feliu Formosa, dos grandes de las letras catalanas que no me defraudaron. Tuvieron que luchar con un ruido infernal que lo ocupaba todo e incluso con los portazos de una puerta metálica que nadie se molestaba en sujetar. Era como contra viento y marea. A pesar de todo, los autores tuvieron la oportunidad de hacerme pensar.
En un momento dado de su intervención, Joan Margarit nos recitó un poema recogido en su último libro “Barcelona amor final” que habla de un profesor que tuvo en la Facultad de arquitectura y que comenzaba cada clase recordando los meses, días y horas que hacía que había muerto su hija, en un homenaje eterno que él se había propuesto hacer. Muchos años después, Margarit comprende a su profesor de una manera casi mágica. El poeta también perdió a su hija y no puede olvidar la conexión extraña, la repetición dolorosa que experimenta como discípulo de su profesor también en el dolor.
Es cierto que la repetición constante es el ritmo musical de la vida. Es una música a veces maravillosa y otras, despiadada. Todo es ritmo y música en última instancia.
Joan Margarit acabó recitando un poema de Antonio Machado que quiero también ofrecer en este espacio y que trata de realidad y sueño.



Era un niño...
Antonio Machado
Era un niño que soñaba


un caballo de cartón.


Abrió los ojos el niño


y el caballito no vio.


Con un caballito blanco


el niño volvió a soñar;


y por la crin lo cogía...


¡Ahora no te escaparás!


Apenas lo hubo cogido,


el niño se despertó.


Tenía el puño cerrado.


¡El caballito voló!


Quedóse el niño muy serio


pensando que no es verdad


un caballito soñado.


Y ya no volvió a soñar.


Pero el niño se hizo mozo


y el mozo tuvo un amor,


y a su amada le decía:


¿Tú eres de verdad o no?


Cuando el mozo se hizo viejo


pensaba: Todo es soñar,


el caballito soñado


y el caballo de verdad.


Y cuando vino la muerte,


el viejo a su corazón


preguntaba: ¿Tú eres sueño?


¡Quién sabe si despertó!

4 comentarios:

Elú dijo...

Cuando un día los sentidos decidieron convertirse en ecos invisibles para percibir su latido, un zumbido los levantó desde el que parecía un eterno sueño, y este sobre otro; y así lo hizo sucesivamente hasta encontrar lo que parecía la unión de dos espejos puestos uno frente a otro.

Cándido Mojarro dijo...

Buen artículo, MJ. Está muy bien parido. Sólo lamento que hayas tenido que presenciar un duelo, ¡y entre poetas!

Tu blog va creciendo y no sólo en contenido. También en estética.

Laura Gomez dijo...

HOla que lindo haber enccontrado tu blog, bueno tenemos algunos gustos similares. Me gusto mucho tu articulo.
te seguire visitando Saludos!

malditas musas dijo...

Parece que me hayas leído el pensamiento. Esta mañana de sábado necesitaba como nunca esa poesía de Machado. Necesitaba volver a ver a ese caballito aunque más no sea por un instante para que algo tenga sentido.

Un gusto haber compartido esa salida con vos.
un beso
musa