30.12.07

Mentira



El último libro del año. ¿Significativo? No sé. Lo que sí es verdad es que “Mentira de Enrique de Hériz es un buen libro. De esos que tanto nos gustan a los “aficionados a la escritura”. A pesar del título es un libro sincero, lleno de reflexiones que te hacen disfrutar. Trata el tema de la mentira desde un punto de vista filosófico, por llamarlo de alguna manera.
La historia está contada a dos voces por una madre y una hija, puntos de vista tradicionalmente encontrados. El libro está lleno de contrastes extremos: madre/hija, vida/muerte, luz/oscuridad, ficción/realidad, pero no por eso deja de considerar la multitud de grados que hay en estos contrastes.
La novela parte de una mentira o error, en el que se da por muerta a una mujer de 69 años, es antropóloga especializada en ritos funerarios , la cual está en la jungla de Guatemala. En un accidente muere otra mujer, hay un error en la identificación del cadáver y se da por hecho que ella a muerto. Durante todo el libro esta mujer revisa toda la historia de su familia a partir de este incedente. A su vez la familia se encuentra reunida en un pueblecito en la costa; y la hija se encuentra por otro lado revisando también la historia de la familia. Cada uno la escribe a su manera.
El libro está lleno de diferentes tipos de mentiras: documentos sobre historia (que es la mayor mentira socialmente aceptada), historias de amor ( el amor en sí no es una mentira, pero el enamoramiento es un proceso de invención de uno mismo y de la persona en la que uno se proyecta; y como remate encontramos hasta cuentos chinos representados en la historia de Li Po.
Tuve la oportunidad de escuchar al autor el pasado 20 de diciembre en una charla en la biblioteca de Viladecans. Al escuchar sus palabras confirmé la sensación de sinceridad que el libro transmite. El autor explicó que no sigue normalmente un plan previo, si no que le gusta ir descubriendo lo que pasa casi a la vez que el personaje. El libro está muy documentado, Enrique de Hériz se pasó casi tres años leyendo libros de antropología, pero con muy buen criterio no utiliza nada más que lo estrictamente necesario en la narración, se nota muy bien que el iceberg tiene una buena base.
Sólo le haría un reproche a la edición y es que diferencia las voces de las dos mujeres utilizando para una de ellas letra cursiva y no es necesario para nada porque se diferencian perfectamente. Para mí, tan sólo consigue que sea más dificil la lectura de la parte en cursiva a nivel visual. Supongo que esa utilización nace del miedo de que no se entienda bien.
El autor destacó varias ideas como por ejemplo: “la obligación de cualquier novelista es inventar”. Lo que sucede es que hay una definición clásica de novela que es: una novela es una mentira que tiende a construir una verdad.
Estoy de acuerdo con el autor en que la mentira interesada que busca un beneficio es despreciable. Lo admirable tal vez, es la mentira en el sentido de la construcción mental que puede provocar una reflexión tendente a la verdad en quien la recibe.
También es interesante el papel protagonista de “la memoria” que en momentos determinados puede ser el origen de la mentira. “La memoria funciona como un ordenador, lo que recordamos cada vez es la última versión que guardamos de nuestro recuerdo, nunca el original”
En cierta manera, la mentira es un ingrediente indispensable de la vida o tal vez sea más correcta llamarla, en este caso, ficción, para descargarnos de esa parte de sinificado negativo que la envuelve.
Información:
-Charla con Enrique de Hériz autor de “Mentira, Biblioteca de Viladecans.
-Entrevista de Isabel García Adánez, Siete preguntas en torno a Mentira.
http://www.espejodepapel.net/deheriz.htm

17.12.07

Flores de olvido


Una música de estructura fractal lo envuelve todo.
Las gotas de lluvia se deslizan por la cristalera. Da la sensación de que en cualquier momento se van a convertir en flores de nieve con pétalos que cortan.
En las noticias de la tele, veo la imagen de un viejo compañero. Hace veinte años que no lo veía y lloro.
Las lágrimas manchan la hoja y dibujan flores de pétalos de tinta.
No escucho el sonido de las gotas al caer al suelo, tan solo las veo saltar, dibujan flores de pétalos transparentes que apenas se ven, que no huelen que existen un segundo para dejar paso a otras de igual forma.
Hasta que cese la lluvia. Hasta que el hielo se deshaga. Hasta que las palabras sobre la hoja de papel se emborronen. Hasta que así, se disuelvan todas las flores.

11.12.07

¿Sabemos lo que sentimos?

Después de leer “Inteligencia emocional” de Daniel Goleman, saco varias ideas en consecuencia que me sirven en la investigación de ese otro mundo , de ese mundo oculto que quiere tomar la forma de letras y que tanto me interesa. Una de ellas es la necesidad de una educación emocional, saber identificar sentimientos y darles nombre para poder así diferenciarlos. Parece una cosa normal pero es más dificil de lo que parece a simple vista, saber lo que uno siente en realidad en cada momento no es tarea fácil. Una segunda idea es la cuestión de entender, de saber leer los sentimientos de los demás, llegar a la empatía con el otro. La humanidad posee muchas más cosas en común que cosas que nos separen. Si realmente fuéramos capaces de ponernos en el lugar del otro, en vez de cerrarnos en banda, las cosas serían muy diferentes.
¿No será esa otra mirada que busca el escritor una manera de conectar con su lector que ni si quiera él mismo sospechaba? La empatía con el lector... un sueño más para el que escribe.
Unas citas para pensar:
Joseph Campbell: “Los sueños son mitos privados y los mitos son sueños compartidos”
Sócrates: “Conócete a tí mismo”
Lao-Tsê: “El hombre que conoce lo exterior es erudito, el hombre que se conoce a sí mismo, es sabio. El que conquista a los demás es poderoso, el que se conquista a sí mismo es invencible.”

29.11.07

Mi otra cara


Soñar que uno está enamorado
y que te besan al alba.
Soñar con la libertad
mientras te aplastan.
Soñar que vuelo
mientras mis pies se hunden
En el fango que corroe.
Reconocer una foto marchita
y borrar el tiempo
como quien plancha una arruga.
Es soñar el equilibrio
que me mantiene derecha.
La realidad y el sueño
dos patas de una misma mesa
en la que come el silencio.
Si derribo la vigilia
también caerán mis sueños.

26.11.07

Estructura fractal






A veces, al pararme a pensar en cualquier hecho, en la forma de una flor, en el abandono, en los sueños o en la muerte, no importa la cuestión, siento una mezcla de angustia y asombro. Me paro ante la repetición minuciosa de las cosas. De esas cosas que a su vez están hechas de pequeños elementos que se repiten hasta el infinito. Eso que llaman estructura fractal me maravilla y me asusta.
El sábado 24 de noviembre estuve en el “Saló del llibre” de Barcelona. Allí escuchamos un emocionante duelo o desafío poético, entre Joan Margarit y Feliu Formosa, dos grandes de las letras catalanas que no me defraudaron. Tuvieron que luchar con un ruido infernal que lo ocupaba todo e incluso con los portazos de una puerta metálica que nadie se molestaba en sujetar. Era como contra viento y marea. A pesar de todo, los autores tuvieron la oportunidad de hacerme pensar.
En un momento dado de su intervención, Joan Margarit nos recitó un poema recogido en su último libro “Barcelona amor final” que habla de un profesor que tuvo en la Facultad de arquitectura y que comenzaba cada clase recordando los meses, días y horas que hacía que había muerto su hija, en un homenaje eterno que él se había propuesto hacer. Muchos años después, Margarit comprende a su profesor de una manera casi mágica. El poeta también perdió a su hija y no puede olvidar la conexión extraña, la repetición dolorosa que experimenta como discípulo de su profesor también en el dolor.
Es cierto que la repetición constante es el ritmo musical de la vida. Es una música a veces maravillosa y otras, despiadada. Todo es ritmo y música en última instancia.
Joan Margarit acabó recitando un poema de Antonio Machado que quiero también ofrecer en este espacio y que trata de realidad y sueño.



Era un niño...
Antonio Machado
Era un niño que soñaba


un caballo de cartón.


Abrió los ojos el niño


y el caballito no vio.


Con un caballito blanco


el niño volvió a soñar;


y por la crin lo cogía...


¡Ahora no te escaparás!


Apenas lo hubo cogido,


el niño se despertó.


Tenía el puño cerrado.


¡El caballito voló!


Quedóse el niño muy serio


pensando que no es verdad


un caballito soñado.


Y ya no volvió a soñar.


Pero el niño se hizo mozo


y el mozo tuvo un amor,


y a su amada le decía:


¿Tú eres de verdad o no?


Cuando el mozo se hizo viejo


pensaba: Todo es soñar,


el caballito soñado


y el caballo de verdad.


Y cuando vino la muerte,


el viejo a su corazón


preguntaba: ¿Tú eres sueño?


¡Quién sabe si despertó!

19.11.07

Maravillas recogidas por Piglia

Recojo aqui un fragmento del libro "Formas Breves" de Ricardo Piglia que resume muy bien la esencia del cuento:
"Hay una historia que cuenta Italo Calvino en "Seis propuestas para el nuevo milenio"que puede ser vista como una de las síntesis fantástica de la conclusión de una obra.
Entre sus muchas virtudes, Chuang Tzu tenía la de ser diestro en el dibujo. El rey le pidió que dibujara un cangrejo. Chuang Tzu respondió que necesitaba cinco años y una casa con doce servidores . pasaron cinco años y el dibujo aún no estaba empezado. "Necesito otros cinco años", dijo Chuang Tzu. El rey se los concedió. Transcurrieron diez años, Chuang Tzu tomó el pincel y en un instante, con un solo gesto, dibujó un cangrejo, el cangrejo más perfecto que jamás se hubiera visto."
La maravilla de los cuentos cortos no deja de asombrarme.

15.11.07

El colchón



Debería de haberme puesto las zapatillas. Quién me mandaría ponerme los zapatos. Vieja chocha. Maldita hebilla. A lo mejor ese chico. Es inútil, cruza a la otra calle, ni me mira. Apoyaré el colchón contra esa pared y allí lo recogerá el camión, al lado de la basura. Qué lejos se ve. La carga para mí sola, como siempre. Pesa el condenado. Buenas siestas se pegó el gachón. Aún huele a vino. Se me escurre. Quién me iba a decir a mí, con la fuerza que yo tenía. Qué calor. Y las monas que durmió el tío. Y que no pasa nadie. Es lo último que me queda de Dionisio. Ay! Mi pie. Por fin terminé con todo. Son tantos años. La rodilla también. En cuanto llegue me tomo la pastilla. Qué memoria tengo. Aún tiene el hueco de su cuerpo. Es mejor así, sin que nadie me vea. Las vecinas dirían que no lo guardo de recuerdo. Que un marido es un marido. Un respeto, diría Luisa. Ella qué sabe de respeto. De puertas adentro él era otro hombre. Si que pesa sí. Me paro aquí un momentito. Ahora no pasa ningún coche. Si él me viera. Pero ya no. Ya no puede nada. Y yo tampoco, esa es la verdad. Yo tampoco nada. Llegué tarde. Qué lejos está esa pared. La mano se me duerme. Sueño eterno para él. Y Dios que me conserve lo mejor. Que aún eso lo conservo. Espero que tenga pesadillas allí donde esté. Los muertos no leen el pensamiento. Dicen que tampoco los vivos. Eso es mentira. Empuja vieja, que ya falta poco. Él sabía lo que yo pensaba, sólo con mirarme a los ojos, o no sé, serían mis gestos que siempre lo dicen todo. Sin una palabra. No te quejes y tira para adelante. Bueno me paro un poquito más. Total ya no tengo prisa ¿Quién habrá dejado estos trastos viejos junto al contenedor? Esta es igualita a mi cómoda. Un poco más vieja, todo hay que decirlo, maltratada. Como si le hubieran dado una tunda de palos. Los cajones son igualitos. Ya casi llego, pero mejor me paro otro poco, que me falta el aire. Si es que no estoy para estos trotes. Y claro, sin el bastón. No me lo iba a traer también, ¿con qué mano lo iba a coger? Si es que estás tonta. Son tantos años. Si estás más vieja que el colchón. Al principio nos gustaba tanto este colchón. Y qué poco duró el gusto. No nos faltaría de na. Ahora que he llegado hasta aquí, no me voy a rendir, no lo voy a dejar aquí en medio. Tapa demasiado el paso. Pero es que ya no puedo más. Y luego Dionisio se apoderó de él. Como si fuera sólo su cama. Como de todo. Mejor sola. Y la gente que poco madruga. Ni un alma. Y mi niño se tuvo que ir de casa. Y ni una palabra. Volverá para enterrarme, le avisarán las vecinas. Para tirar mis trastos, como yo tiro los de Dionisio. Parece que no pasa ni el tiempo, ya debería haber amanecido. Qué haraganes. Y no hay un hombre por ahí que acerque el colchón a la pared. Nada o todo. No nos faltaba de nada. El muy... De nada, de nada, pero todo para él. Tal vez yo tenga la forma de Dionisio como este pobre colchón que se le quedó la marca. Todo en mi casa tiene la forma de Dionisio. Todo está deformado por él. Todo no tiene forma. Ya, ahí se queda el colchón, no puedo más.

2.11.07

REFLEXIONES







Algo que he leído en el blog de mi amigo Eugenio “Dedalus” titulado “Donde todo tiene su sentido” me hizo pensar en algunas ideas que he encontrado en un libro de Enrique Rojas ,“¿Quién eres?” y la influencia que tienen para mí en la escritura.
Mi amigo argumenta que es en su final donde todo cobra sentido ¿Es la muerte para un hombre como el párrafo final de un cuento? ¿Son las últimas palabras de una novela las que hacen que todo lo demás cobre sentido? No sé si literatura y vida están tan conectadas como en un principio parece o tal vez sea esa una relación engañosa. Está claro que hoy en día vivimos, a pesar de todo, de espaldas a la muerte, esclavizados bajo el mito de la eterna juventud. Como muy bien dice Enrique Rojas, catedrático de psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid en su libro, “En la actualidad muchos individuos viven como si la muerte no existiera. Se sitúan de espaldas a ella. En varias culturas anteriores, sin embargo, sucedía lo contrario: la egipcia, la griega, la romana, la occidental desde la Edad Media al Romanticismo…El gran silencio que existe hoy sobre el tema seguramente desaparecerá con el tiempo y, como se trata de un movimiento cíclico, volverá a tener relevancia en una cultura bien trabada”
Puede que al escribir una historia nos olvidemos demasiado a menudo de nuestro objetivo, ese final que lo cierra todo, ¿Cómo prefieres escribir con un final prestablecido o dejándolo surgir?

16.10.07

AVÍSAME CUANDO TE MUERAS


El dormitorio está en penumbra, a duras penas puedo abrir los ojos. Huele a té recién hecho, aunque el aire viciado de la habitación lo transforma en olor a hierbas medicinales.
Despertarme es siempre una monótona alegría. Es una fiesta de placer levantar los párpados con dificultad y ver a mi marido instalado viendo la tele. Aislado de la realidad, con los auriculares bien ajustados. Me incorporo con ilusión pensando que tal vez esté viendo las noticias pero a los pocos segundos, me desanimo al comprobar otra vez, que es una de sus grabaciones de la consulta de su médico favorito, el doctor Uriarte, el urólogo, aunque bien podía ser el cardiólogo, el neurólogo, el otorrino o cualquier otro especialista a los que acude con asiduidad. El doctor Uriarte es un fenómeno como orador, describe con todo lujo de detalles el aparato urinario y da todo tipo de consejos de los cuales mi marido, sabiamente, se aplica los que le da la gana. “No retenga durante mucho tiempo las ganas de orinar”. Ya ves a Jaime visitando el cuarto de baño religiosamente, en periodos exactos de una hora. Pero el bueno del señor Uriarte, también dice que “se realice ejercicio físico de forma regular” y ahí lo tienes todo el día tirado en la cama.
—¡Carai! Cómo quema la taza— grita mi marido.
—Jaime, espavila, quítate los auriculares. Levántate y ponte en marcha, que ya es tarde.
—Aprovecho un ratito mientras desayuno aquí mi taza de té, en la cama.
—Está bien, pero pon las noticias y quita eso.
—No empieces a amargarme el día que ya estoy bastante preocupado, no me encuentro bien. Ya sabes que me relaja escuchar al doctor.
Me retengo un poco, no quiero preguntarle qué es lo que le pasa hoy, por miedo al aluvión de síntomas pero sé perfectamente que espera mi pregunta de una manera ansiosa. Él quita la clavija de los auriculares para que yo también disfrute al escuchar a su doctor Uriarte, me muero de ganas.
—Bien ¿Qué te pasa?
—Estoy mal, tengo muchas sensaciones extrañas.
Tengo la impresión de que mis yemas de los dedos notan más de lo normal el frío o el calor ¿A ti qué te parece Teresa? ¿Puede ser algo grave?
—Gravísimo. Debes llamar al médico inmediatamente.
—¿Si? ¿Y a qué especialista llamo?
—Mejor no te contesto a esa pregunta. Deberías levantarte ya, vas a llegar tarde al trabajo.
—Hoy no creo que pueda levantarme, además me duelen los riñones y veo sombras raras, cosas que se asoman por el rabillo del ojo.
—¡Dios, qué cruz¡ Por favor Jaime, dime que no es verdad que te vas a quedar otro día en la cama.
—Tú siempre igual, no te das cuenta de lo que sufro. Y pensar que ayer mismo estuvimos en urgencias.
—Si, y, hoy seguro que tendremos que volver con nuevos síntomas.
Se acomoda de nuevo los cascos acariciándolos con suavidad y su cara se ilumina como si fuera un niño escuchando un cuento de los labios de su madre. Se le cae incluso la babilla. Intenta mojar un melindro en su taza de té pero no atina. Una vez lo consigue le da vueltas al dulce, como si tratara de la cucharilla, entonces, las partículas del melindro flotan y se hunden alternativamente, formando un caldo imbebible.
A mí se me va la fuerza, me aflojo y me deshago entre las sábanas, no tengo ganas de enfrentarme al día y menos con él en casa. Me tapo la cabeza y como para comprobar si algo ha cambiado, la destapo en un movimiento rápido. Me gustaría sorprenderlo mirándome, comprobando si estoy viva. Pero no. Su cara es ahora un remanso de paz, la grabación ha debido llegar a la parte en la que el doctor le empieza a hacer una descripción minuciosa de todos los medicamentos que debe tomar. Saborea los gustos amargos y dulzones de los jarabes y experimenta la dificultad de pasar las gigantescas píldoras por la estrechez de su garganta maltrecha. Estoy segura de que siente las friegas de alcohol y respira los efluvios que lo embriagan.
—¿Te acordaste de comprar todos los medicamentos que te encargué?—me grita sin darse cuenta de su tono de voz y yo le arranco los auriculares.
—Sí Jaime.
—No te olvidarías de ese producto nuevo que anuncia la tele para la hidratación de los pies. Últimamente me duelen mucho.
—Si Jaime, te huelen mucho.
—¿Cómo dices?
—Que sí Jaime.
—Perdona, es que tampoco escucho bien, esto no debe ser normal.
—Tienes razón.
—Ves, ya te lo digo, estoy muy mal. ¿También te acordaste del alcohol y el algodón? No te lo repetí y andamos muy escasos.
—Si Jaime.
Un silencio caliente y monótono me empuja a dormirme de nuevo. Sueño. Veo la imagen de una cámara que nos enfoca desde arriba como si estuviera colgada en el techo. Dos cuerpos separados el uno del otro, en la misma cama, refugiados con la sábana. De nosotros sólo se ven las formas, como montañas nevadas vistas desde un avión ¿Quienes son los que se esconden debajo de la sábana? ¿Queda algo que merezca la pena destapar? Entonces me despierto de golpe. Me incorporo y estudio los movimientos de Jaime. Abre el cajón de su mesita y saca el pastillero de la mañana. Píldora roja, píldora amarilla, píldora azul. Apura la taza de té y la deja sobre la mesilla. Saca entonces la pequeña libreta donde anota las constantes, la apoya sobre sus piernas. Saca el termómetro. Se lo coloca debajo de la axila y con la otra mano rebusca en el cajón. Sé perfectamente lo que busca, pero yo se lo he escondido. Recupero una idea que tuve hace tiempo. Es la última oportunidad. Me levanto, me dirijo al armario y saco una caja grande donde guardo todo lo necesario para intentarlo por última vez. Él ni siquiera me mira. Me quito el camisón, lo lanzo contra la cama y me visto con la ropa que hay en la caja. Miro a Jaime y ni se inmuta, todavía no se ha dado cuenta de nada. Ahora coge un espejito y se revisa la lengua y las amigdalas. Levantando las cejas, con miedo a olvidarse, anota la temperatura con cara de fastidio, como el que quisiera ver en unos números, el resultado del boleto ganador. En su caso, una temperatura por encima de los 37 grados. Por un momento dudo. Saco la maleta del altillo y la lleno con rabia, sólo incluyo lo imprescindible, algunas cosas ya estaban dentro desde hace mucho tiempo, tal vez demasiado. No sé por qué me molesto. Me da pena, en el fondo es tan indefenso. Aparto de nuevo la maleta y sigo con mi disfraz. Una vez que me he colocado la bata blanca y el estetoscopio al cuello, Jaime me clava los ojos. De un codazo destruye la pirámide construida con cientos de envases de medicamentos que se amontonan en su mesita de noche. Me meto en la cama blandiendo un talonario de recetas que hago restallar y él parece volverse loco. Entonces saco el tensiómetro que había escondido en el bolsillo de mi bata y se lo enseño timidamente, él lo sigue con los ojos. Cuando pienso que vamos a hacer el amor, a Jaime le entra un ataque de tos, tan fuerte que dudo si es real o no. Miro sus aspavientos y sus gestos de galán de películas de risa. Salto de la cama, cojo la maleta y sobre ella le extiendo una receta con un mensaje: “Avísame cuando te mueras”.

4.10.07

VIAJE HACIA MÍ



Hacía mucho tiempo que tenía ganas de leer el libro “Zen en el arte de escribir” de Ray Bradbury, y, por fin, llegó a mis manos gracias a mi amiga Teresa. El libro no es una lista de recomendaciones para el escritor novel, es en cambio, un verdadero canto a la ilusión por la escritura, es una invitación a hacer ese deseado viaje hacia uno mismo. Y casi siempre un viaje hay que comenzarlo por el principio del camino. El viaje es sin duda a la infancia. Bradbury explica como escribía largas listas de palabras, utilizando la asociación libre. Busca en sus recuerdos más antiguos y encuentra material para sus historias, muchas de ellas, de ciencia ficción. De cada listado, le salen varios cuentos e incluso novelas. Todos estos recuerdos permanecen ocultos, en la mente secreta y son nuestro tesoro.
Aquí comienzo mi investigación a ver qué sale.
Ventana. Alfeizar. Calle. Sueño. Rayas. Cruce. Mi casa. Madre. Lavabo. Manchas. Manchas en el suelo con formas extrañas. Vida secreta detrás de las paredes. Cientos de puertas representadas por azulejos de la pared. “El Rachola”. “La Bicharraca”. El hombre recoge azulejos en los descampados. Solares llenos de tesoros. Mi padre , mi hermano y yo los recorremos también. Mi hermano y yo en la puerta de la vieja misteriosa. Mi vestido de flores y mis zapatones blancos. Junto a la reja, un perrillo ladra. Yo con las trenzas. Encontramos muchas cajas de madera, pequeñas cajas vacías, pero muy limpias. Yo en el lavabo, hablando con el señor de los azulejos. Él me escucha y me habla también de su mundo lleno de burbujas de colores, de pompas de jabón que flotan por su atmósfera. El hombre de los azulejos tiene la cabeza con forma de bola de cristal con base. Sus piernas son desproporcionadas, es muy pequeño, como un duende. Siempre me acompaña cuando lo necesito.

21.9.07

LA BOLA


1.
Bailar
, pegar mi cuerpo al tuyo. Un vértigo para el que no tengo palabras. Un silencio al que no le importa la música. Sólo bailar y cuando tus brazos me apretan sentir miedo. Miedo de sentirte a mi lado. Un olvidarme de quien soy porque ya no me importa. Un espejo allí al fondo, me descubre que conservo mi cuerpo de mujer pero mi cabeza es una bola sin rasgos. No tengo cara, tan sólo bailo a tu lado y me dejo llevar. Me pregunto si yo soy capaz de verte sin tener ojos, ¿serás tú capaz de quererme sin tener corazón?

2.
Sólo cuando bailamos siento que eres mía. Te miro y hay algo en ti que hoy me gusta más. No tienes ojos ni boca. Tu cabeza se ha convertido en una perla perfecta, blanca y vacía. Tu cuerpo se aferra al mío y tus pechos se aplastan contra mi pecho, me hacen sentir que estoy vivo .

3.
Vueltas y vueltas, danzamos sobre la pista. ¿Por qué es ahora en este silencio de nuestro abrazo cuando descubro que tú cara es una máscara horrible? Me pregunto cuánto tiempo he estado ciega, aunque tenía ojos. Tal vez sea capaz de decir lo que nunca he dicho cuando ya no tengo boca.

4.
No sé por qué te apartas, no pienso soltarte, no voy a gastar ni una sola palabra. No Pienso escuchar nada más que la música. Baila, sigue bailando que soy yo el que te lleva
.

5.
Él me da vueltas sin parar, giro y tengo de eje su mano que no me suelta. Estoy mareada pero sigo girando y girando. Nunca pensé que de su propia mano pudiera convertirme en una silueta que dibuja una esfera. En una bola gigante que rueda, que aplasta a su paso al hombre de la máscara que no sabe que ha creado a un monstruo.

22.8.07

LA TORRE DE JAMES JOYCE


LA TORRE DE JAMES JOYCE
También conocida como The Martello Tower en Sandycove, fue construída en 1804 por el ejército británico para defenderse de una posible invasión napoleónica.
En 1962 Sylvia Beach, editora del Ulysses la convirtió en el Museo de Joyce y en la actualidad es propiedad del Dublin Tourism Enterprises.
La estancia de Joyce en la Torre
Cuando en 1904 Oliver St. John Gogarty se trasladó a vovir a la torre como primer propietario civil, invitó a Joyce. Por aquel entonces, Joyce contaba con veinte años y se encontraba en los principios de su carrera literaria. En ese año escribió un poema tiltulado The holy Office, en el cual atacaba a todas las figuras literarias de Dublin de la época y en el que se proclamaba alma independiente. James acusaba al mismo Gogarty de engreído y cuando Joyce llegó a la torre se encontró con un recibimiento algo frío.
Unos días más tarde se les unió Samuel Chenevix Trench, un amigo de Gogarty de raíces anglo-irlandesas que insistía en hablar en irlandés, a pesar de su acento marcadamente de Oxford y que indudablemente añadió cierta tensión a la atmósfera.
Durante la sexta noche de la estancia de Joyce, Trench tuvo una pesadilla sobre una pantera negra, lo que lo motivó a levantarse, coger una pistola y disparar varios tiros a la chimenea para luego volverse a dormir. Gogarty cogió la misma pistola y gritó: “Déjamelo a mí” y disparó a las sartenes situadas por encima de donde dormía Joyce. No hizo falta más para que Joyce abandonase la torre. Un mes más tarde, Joyce se fugó a Europa con Nora Bernacle e inició un exilio voluntario.
El Ulysses confirió gran renombre a la torre. La escena inicial del libro tiene lugar en la parte superior de la torre con el personaje Buck Mulligan apareciendo por las escaleras. Se afeita al aire libre y en ese momento aparece Stephen Dedalus de quien se burla por el ridículo largo luto que guarda por su madre.
En el primer capítulo se describe la sala circular donde están desayunando Buck Mulligan (Gogarty), Stephen Dedalus (Joyce) y el inglés Haines (Trench). Esta descripción junto con las memorias que dejó Gogarty, algunos de sus visitantes y otros documentos ofrecen indicios suficientes para saber como era la habitación por aquel entonces.
La Torre está situada en una colina que mira al mar de Irlanda, junto a la piscina natural de Forty Foot muy cerca de la bahía de Dun Laoghaire. Me dirigía a ella mientras todos los demás acompañantes de mi viaje a Irlanda disfrutaban de un baño en estas gélidas aguas. Igual que me acerqué hace un tiempo al Ulysses, casi de puntillas, como una ladrona, como alguien que casualmente se topa con un regalo, entré en la Torre, armada de mi torpe inglés y casi en secreto.
Me gusta tanto disfrutar de la soledad en estas ocasiones…En la exposición me encontré con un ejemplar de la primera edición del Ulysses y de otros libros del autor. Fragmentos de su puño y letra y algunos objetos personales como una guitarra, un chaleco o su último bastón. Me aventuré a subir por una extrechísima escalera de caracol que contribuye al ambiente de misterio. En el segundo piso, una reproducción de la habitación donde comienza el Ulysses. Una mesa con tazas de porcelana del s. XIX, Una tetera y poco más. Arriba donde se termina la escalera me quedé enganchada en el paisaje y aún debe estar disuelta una pequeña parte de mí, allí arriba junto a la mirada de Joyce.

24.7.07

Un sueño



Estuve mucho tiempo intentando recordar un sueño bonito. Un sueño en el buen sentido de la palabra. Un deseo maravilloso que uno no se atreve a contar para que se cumpla. Pero no lo he conseguido y he sentido pena. Las cosas son como son y tal vez una pesadilla sea una forma de escapar del terror, de ese miedo que nos acompaña durante toda la vida. Tal vez una pesadilla sea una escapatoria.
Recuerdo un sueño que tuve cuando me quedé embarazada. Me veía por dentro. Mi cuerpo era como una medusa de una extraña transparencia. Los órganos se mezclaban unos con otros y después veía muchos tentáculos que flotaban en un mar con burbujas. Tenía la sensación de que por un momento, me convertía en el bebé que dormía en mi vientre y era como mi propia madre, final y principio en mí misma. Tengo que decir que aquellos días que rodearon a mi pesadilla, fueron una época muy dificil para mí y paradojas de la vida, la maternidad me salvó.

10.7.07

El quinqué


El quinqué

La luz que desprende el quinqué es la que me empuja a imaginar cosas terribles, concretamente la llama que arde encapsulada, encerrada en su burbuja de cristal, estoy segura. Los libros se amontonan a mi alrededor. Sin darme cuenta he levantado una muralla entre la realidad y la ficción. Ahora me doy cuenta que no sé en que parte vivo, si a un lado o al otro. ¿Alguien puede apagar la luz de ese quinqué? Tal vez así llegue a encontrarme a mí misma

6.7.07

VOLVER A EMPEZAR

Un nuevo blog, después de la autodestrucción. Volver a empezar para seguir adelante. De nuevo intento servirme de la tecnología y de la red para comunicarme. Aunque a veces tengo dudas si es una ayuda o es un mecanismo infernal para alejarme de escribir, una especie de excusa para atrasar a lo que debo enfrentarme como una necesidad. Escribir, escribir, escribir, sin perdida de tiempo.
¿Qué haría yo sin la escritura y sin los libros? Aunque sean virtuales merecen una oportunidad.

Frase: "Los libros son una sucesión de espejos que multiplican el mundo" Italo Calvino