Escribir a presión es como darse una buena carrera con el viento en la cara. Llegas agotado pero el subidón es estupendo. El pasado viernes 25 de abril, participé en una actividad organizada por la Biblioteca Vila de Gracia de Barcelona. 25 personas encerradas en un sótano de la biblioteca, curiosamente, un espacio sin libros, cuyas paredes tienen trozos en los que se ve la piedra como si fueran retales de un pasado medieval.
La cuestión era escribir un relato corto, máximo un folio por las dos caras, en el espacio de tiempo de una hora. El premio era un vale de 100 euros en libros de la librería Taifa de Gracia.
Al principio, nos entraba la risa floja. Mesas bajas con folios en cada parcela para un escritor. La presión comenzó cuando una de las personas eligió, al azar, el tema sobre el que teníamos que basar nuestro cuento: “Una noche en la biblioteca”. La verdad que la consigna, (como diría mi amigo Ariel) no es de aquellas que te inspirarían una novela, ¿o sí? La verdad es que nunca se sabe de donde sale la idea para una novela.
¿A quien se le ocurre participar en un experimento como este un viernes a las nueve de la noche? ¿Hemos cenado? ¿Acaso hemos comido? Los ruidos de las tripas rellenan el silencio de la sala.
La gente comienza a escribir y acto seguido a tachar, a hacer flechas que relacionan unas frases con otras. Ideas que se dan la mano y palabras que chirrían. Es increíble como una palabra te lleva a la otra , y, de la nada, surge un texto con “alguna” coherencia. Lo peor de todo fue leerlo delante de todos, aunque algunos demostraron sus dotes de actores o creadores netos, defendiéndose entre rotuladores fluorescentes, ruidos corporales en la biblioteca, romances con los libros, incendios, aventuras fantásticas y sesudos tratados de literatura. Los relatos eran en castellano y catalán más o menos al 50%.
Indiscutiblemente los cuentos que triunfaron más fueron los de tono humorístico, cosa a tener en cuenta para futuros encuentros, la sorpresa y el humor se mueven muy bien en lugares reducidos, tanto de espacio, como de tiempo. La risa asegura el éxito si está bien llevada.
Creo que todos quedamos agotados. El jurado estaba formado por un agente literario, una escritora y trabajadora de la librería Taifa( que resultó ser mi amiga Irantzu Merino, con lo que estaba asegurado ya, sólo con ella, el buen criterio) y un representante de la biblioteca.
El cuento elegido fue el de un chico alto y desgarbado, del que no recuerdo su nombre, pero que me dejó una muy buena impresión. Su relato era genial, con un toque de humor divertidísimo y nombrando autores y títulos de libros bien escogidos. Hizo una especie de paralelismo entre “Noche de bibliotecas” y “Noche de discotecas”. Un grupo de personas se concentra en diferentes bibliotecas hasta que cazan un buen libro y una pareja, si es posible, tarea nada fácil. Creo que saldrá publicado en la revista Literata de junio. Siento no acordarme de más detalles, pero es que fueron unas horas muy densas y bien aprovechadas
Después, el grupo de amigos que nos habíamos enganchado juntos al concurso, acabamos cenando pizza y riéndonos un montón recordando a Martes y Trece con la empanadilla, un clásico que es ahora un descubrimiento genial para los jóvenes actores con los que compartí la cena. Cuando te acuerdas de cosas de hace 20 años atrás, sientes una sensación agridulce.
Nos quedó “el concentrado de caldo de la olla a presión de la Escritura”. Qué bueno es compartir una afición con los demás.
La cuestión era escribir un relato corto, máximo un folio por las dos caras, en el espacio de tiempo de una hora. El premio era un vale de 100 euros en libros de la librería Taifa de Gracia.
Al principio, nos entraba la risa floja. Mesas bajas con folios en cada parcela para un escritor. La presión comenzó cuando una de las personas eligió, al azar, el tema sobre el que teníamos que basar nuestro cuento: “Una noche en la biblioteca”. La verdad que la consigna, (como diría mi amigo Ariel) no es de aquellas que te inspirarían una novela, ¿o sí? La verdad es que nunca se sabe de donde sale la idea para una novela.
¿A quien se le ocurre participar en un experimento como este un viernes a las nueve de la noche? ¿Hemos cenado? ¿Acaso hemos comido? Los ruidos de las tripas rellenan el silencio de la sala.
La gente comienza a escribir y acto seguido a tachar, a hacer flechas que relacionan unas frases con otras. Ideas que se dan la mano y palabras que chirrían. Es increíble como una palabra te lleva a la otra , y, de la nada, surge un texto con “alguna” coherencia. Lo peor de todo fue leerlo delante de todos, aunque algunos demostraron sus dotes de actores o creadores netos, defendiéndose entre rotuladores fluorescentes, ruidos corporales en la biblioteca, romances con los libros, incendios, aventuras fantásticas y sesudos tratados de literatura. Los relatos eran en castellano y catalán más o menos al 50%.
Indiscutiblemente los cuentos que triunfaron más fueron los de tono humorístico, cosa a tener en cuenta para futuros encuentros, la sorpresa y el humor se mueven muy bien en lugares reducidos, tanto de espacio, como de tiempo. La risa asegura el éxito si está bien llevada.
Creo que todos quedamos agotados. El jurado estaba formado por un agente literario, una escritora y trabajadora de la librería Taifa( que resultó ser mi amiga Irantzu Merino, con lo que estaba asegurado ya, sólo con ella, el buen criterio) y un representante de la biblioteca.
El cuento elegido fue el de un chico alto y desgarbado, del que no recuerdo su nombre, pero que me dejó una muy buena impresión. Su relato era genial, con un toque de humor divertidísimo y nombrando autores y títulos de libros bien escogidos. Hizo una especie de paralelismo entre “Noche de bibliotecas” y “Noche de discotecas”. Un grupo de personas se concentra en diferentes bibliotecas hasta que cazan un buen libro y una pareja, si es posible, tarea nada fácil. Creo que saldrá publicado en la revista Literata de junio. Siento no acordarme de más detalles, pero es que fueron unas horas muy densas y bien aprovechadas
Después, el grupo de amigos que nos habíamos enganchado juntos al concurso, acabamos cenando pizza y riéndonos un montón recordando a Martes y Trece con la empanadilla, un clásico que es ahora un descubrimiento genial para los jóvenes actores con los que compartí la cena. Cuando te acuerdas de cosas de hace 20 años atrás, sientes una sensación agridulce.
Nos quedó “el concentrado de caldo de la olla a presión de la Escritura”. Qué bueno es compartir una afición con los demás.
5 comentarios:
Suena cachondo esto del "cuento express" o "cuento Starlux", o como sea.
Sobre todo, que se siga viendo que los escritores no sólo nos juntamos para divagar sesudamente sobre el sufrimiento humano.
A la próxima me apunto. Palabra de peatón.
La verdad es que suena muy bien... ¿Publicarás tu relato?
Peatón, están muy bien estos caldos, tenemos que quitar un poco de hierro al trabajo de los escritores, ya que en el fondo somos un poco masocas con esto de la escritura. Porque no confesar que lo hacemos porque queremos y que no sólo debe servir para mostrar el sufrimiento.
Palimp, Estuve a punto de publicarlo en esta entrada, pero cuando recuperé la hoja en sucio le faltaban la mitad de las correcciones y me parecía un churro. De todas formas espero aprovechar el material pra crear uno nuevo.
Saludos a los dos.
Estuvo muy bien... A mí en un momento me entró la risa (me pasa siempre cuando no se puede uno reir) Alrededor me miraban con caras que recuerdo de la primaria... "Señorita M. ¿deja de hablar o se va fuera?" Y claro, siempre me iba fuera...
Pero en este caso valió la pena quedarse. Me quedé con ganas de hablar con el chico desgarbado que parecía tan solitario, para felicitarlo.
En fin, un gustazo la salida litera-pizzeraria
;)
beso,
musa
Gracias por tu comentario en mi blog, María José. La actividad tiene muy buena pinta, me he quedado con ganas de haber estado, si es que eso es posible. Coincide que además, aunque ahora viva bastante lejos, he paseado mucho por esas calles y he recorrido muchos días los pasillos de Taifa.
Un saludo cordial,
Gonzalo
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