15.11.07

El colchón



Debería de haberme puesto las zapatillas. Quién me mandaría ponerme los zapatos. Vieja chocha. Maldita hebilla. A lo mejor ese chico. Es inútil, cruza a la otra calle, ni me mira. Apoyaré el colchón contra esa pared y allí lo recogerá el camión, al lado de la basura. Qué lejos se ve. La carga para mí sola, como siempre. Pesa el condenado. Buenas siestas se pegó el gachón. Aún huele a vino. Se me escurre. Quién me iba a decir a mí, con la fuerza que yo tenía. Qué calor. Y las monas que durmió el tío. Y que no pasa nadie. Es lo último que me queda de Dionisio. Ay! Mi pie. Por fin terminé con todo. Son tantos años. La rodilla también. En cuanto llegue me tomo la pastilla. Qué memoria tengo. Aún tiene el hueco de su cuerpo. Es mejor así, sin que nadie me vea. Las vecinas dirían que no lo guardo de recuerdo. Que un marido es un marido. Un respeto, diría Luisa. Ella qué sabe de respeto. De puertas adentro él era otro hombre. Si que pesa sí. Me paro aquí un momentito. Ahora no pasa ningún coche. Si él me viera. Pero ya no. Ya no puede nada. Y yo tampoco, esa es la verdad. Yo tampoco nada. Llegué tarde. Qué lejos está esa pared. La mano se me duerme. Sueño eterno para él. Y Dios que me conserve lo mejor. Que aún eso lo conservo. Espero que tenga pesadillas allí donde esté. Los muertos no leen el pensamiento. Dicen que tampoco los vivos. Eso es mentira. Empuja vieja, que ya falta poco. Él sabía lo que yo pensaba, sólo con mirarme a los ojos, o no sé, serían mis gestos que siempre lo dicen todo. Sin una palabra. No te quejes y tira para adelante. Bueno me paro un poquito más. Total ya no tengo prisa ¿Quién habrá dejado estos trastos viejos junto al contenedor? Esta es igualita a mi cómoda. Un poco más vieja, todo hay que decirlo, maltratada. Como si le hubieran dado una tunda de palos. Los cajones son igualitos. Ya casi llego, pero mejor me paro otro poco, que me falta el aire. Si es que no estoy para estos trotes. Y claro, sin el bastón. No me lo iba a traer también, ¿con qué mano lo iba a coger? Si es que estás tonta. Son tantos años. Si estás más vieja que el colchón. Al principio nos gustaba tanto este colchón. Y qué poco duró el gusto. No nos faltaría de na. Ahora que he llegado hasta aquí, no me voy a rendir, no lo voy a dejar aquí en medio. Tapa demasiado el paso. Pero es que ya no puedo más. Y luego Dionisio se apoderó de él. Como si fuera sólo su cama. Como de todo. Mejor sola. Y la gente que poco madruga. Ni un alma. Y mi niño se tuvo que ir de casa. Y ni una palabra. Volverá para enterrarme, le avisarán las vecinas. Para tirar mis trastos, como yo tiro los de Dionisio. Parece que no pasa ni el tiempo, ya debería haber amanecido. Qué haraganes. Y no hay un hombre por ahí que acerque el colchón a la pared. Nada o todo. No nos faltaba de nada. El muy... De nada, de nada, pero todo para él. Tal vez yo tenga la forma de Dionisio como este pobre colchón que se le quedó la marca. Todo en mi casa tiene la forma de Dionisio. Todo está deformado por él. Todo no tiene forma. Ya, ahí se queda el colchón, no puedo más.

2 comentarios:

Elú dijo...

Unas marcas sobre el piso han dejado de sobreaviso lo que hace poco pasó por ahí, unas transparentes magulladuras que tuvieron un efecto secundario sobre quien las recibió, unas cándidas figuras contorneando con los dedos encendidos sobre la mesa, unas cuantas de ellas vestidas de rastros hicieron volver a sentar una vieja pregunta sobre sus pies, la misma pregunta de siempre.

malditas musas dijo...

qué foto!!!!!

me encantra el gustito que está tomando este blog...

muy bueno

besos
musa