Ante mí
Ante la puerta de mis sueños hay una mujer. Me presento delante de ella y le pido que me deje entrar para soñar lo que quiero. La mujer me contesta que no puede. Le pregunto si será posible que mañana me deje.
—Puede ser —Me dice la mujer —pero no hoy.
La puerta que conduce a mis sueños está abierta; yo intento mirar hacia el interior. La mujer me mira, sonríe y me dice:
—Si estás segura de lo que quieres, intenta cruzar la puerta, a pesar de que yo te lo prohíba. Recuerda que tengo el poder. Existen muchas más puertas e infinitas mujeres más poderosas que yo. Y sólo soy la última de tus barreras.
Nunca pensé que me resultase tan difícil; la puerta de los sueños debería poder cruzarse sin impedimentos. ¿Quién es ella? Su cara huesuda y sus ojos oscuros me paralizan. Permanezco sentada ante la puerta.
Espero incontables noches. Suplico a la mujer y sé que la aburro con mis palabras. Ella apenas me habla, tan sólo me hace preguntas como quien se siente superior. Pero siempre acaba por repetirme que no puede dejarme franquear la puerta. Le ofrezco todo lo que tengo pero sólo obtengo miradas altivas. Ella me dice:
—Sé que haces lo que puedes pero eso nunca es suficiente.
Durante muchos años observo a la mujer, noche tras noche. Estudio su mirada, sus silencios, la manera como me incita a desafiarla con un leve gesto de sus manos. Hay algo en ella que me es familiar. Sólo quiero verla como la única barrera. La puerta sigue allí detrás de su imagen. Tengo la sensación de que de un momento a otro, se transformará en un agujero que se cerrará sin dejar rastro. Pero las cosas nunca son como uno cree. Concentro todo lo que he aprendido de ella para utilizarlo en su contra. Camino con pasos invisibles en un acercamiento que no llega. Me siento cansada y dudo de poder alcanzarla.
—¿Qué quieres ahora? —pregunta la mujer —No te rindes nunca.
—¿Por qué en todos estos años te has negado a dejarme pasar la puerta?
La mujer comprende que es la última vez que lo intento y entonces me dice con voz firme:
—Tan solo soy el reflejo de una parte de ti, tú sabrás el verdadero motivo. Y la puerta y la mujer se desmoronaron como si estuvieran hechas de arena.
—Puede ser —Me dice la mujer —pero no hoy.
La puerta que conduce a mis sueños está abierta; yo intento mirar hacia el interior. La mujer me mira, sonríe y me dice:
—Si estás segura de lo que quieres, intenta cruzar la puerta, a pesar de que yo te lo prohíba. Recuerda que tengo el poder. Existen muchas más puertas e infinitas mujeres más poderosas que yo. Y sólo soy la última de tus barreras.
Nunca pensé que me resultase tan difícil; la puerta de los sueños debería poder cruzarse sin impedimentos. ¿Quién es ella? Su cara huesuda y sus ojos oscuros me paralizan. Permanezco sentada ante la puerta.
Espero incontables noches. Suplico a la mujer y sé que la aburro con mis palabras. Ella apenas me habla, tan sólo me hace preguntas como quien se siente superior. Pero siempre acaba por repetirme que no puede dejarme franquear la puerta. Le ofrezco todo lo que tengo pero sólo obtengo miradas altivas. Ella me dice:
—Sé que haces lo que puedes pero eso nunca es suficiente.
Durante muchos años observo a la mujer, noche tras noche. Estudio su mirada, sus silencios, la manera como me incita a desafiarla con un leve gesto de sus manos. Hay algo en ella que me es familiar. Sólo quiero verla como la única barrera. La puerta sigue allí detrás de su imagen. Tengo la sensación de que de un momento a otro, se transformará en un agujero que se cerrará sin dejar rastro. Pero las cosas nunca son como uno cree. Concentro todo lo que he aprendido de ella para utilizarlo en su contra. Camino con pasos invisibles en un acercamiento que no llega. Me siento cansada y dudo de poder alcanzarla.
—¿Qué quieres ahora? —pregunta la mujer —No te rindes nunca.
—¿Por qué en todos estos años te has negado a dejarme pasar la puerta?
La mujer comprende que es la última vez que lo intento y entonces me dice con voz firme:
—Tan solo soy el reflejo de una parte de ti, tú sabrás el verdadero motivo. Y la puerta y la mujer se desmoronaron como si estuvieran hechas de arena.
M. J. Yeste
1 comentario:
Hacía mucho que no leía algo así tuyo, me gusta esa investigación, a dónde nos vas conduciendo. Esas puertas se desmoronan, supongo que vendrán otras custodiadas por ese uno mismo que no nos deja en paz, no?
Espero que tu narradora lo logre. La acompañaré en los umbrales.
besos
musa
Publicar un comentario