La primera vez que decidí inventarme a mí misma pensé que no volvería a intentarlo.
Empecé con lo fácil, cuestiones de mi aspecto exterior, un color de pelo y un tatuaje de un animal fantástico, cosas que le hacen a uno reconocerse cuando se mira al espejo sin demasiado detenimiento. Inventé un nuevo marido fruto de una relación larga, llena de discusiones y reencuentros. Me costó mucho elaborar su carácter, para que fuera creíble. Sus multiples cambios de humor me tenían confusa, pero supongo que fue una decisión acertada, era uno de esos que toda mujer está dispuesta a inventar. Otra cuestión fueron los niños. Fue muy dificil volver a la infancia para inspirarme en las aficiones típicas de la niñez, además de añadir las características propias de los tiempos actuales, tales como actividades extra escolares, video juegos, los niveles de estudio y la música de moda. Fue pesadísimo pensar en el tipo de familiares, tíos, primos, abuelos, incluso padres y el entorno social al que debían pertenecer. Todo dejaba huella en la invención de mí misma, era como un puzzle en el que todas las piezas tienen importancia para completar el dibujo. Al sopesar los elementos sociales de mi personalidad, me di cuenta que tal vez no podría llegar a ser nadie sin los demás, sin una buena construcción de todos aquellos elementos que no eran yo pero que formaban mis límites, que formaban la idea de mí flotando en sus mentes. Al trabajar en los límites, pensé que también debía emplearme a fondo con mi casa ¿Qué es una persona sin su casa? Así inventé un decorado en el que actuar y representarme a mí misma. Llegué entonces a mis sentimientos, los había estado aplazando durante mucho tiempo. Para reactivarlos, podía inventarme a un amante pero me dio miedo. En lugar de eso, una mascota que aunque requiere algunos cuidados, no resultaría tan problemática. A pesar de todos mis esfuerzos, no sabía cómo debía sentirme, amor, odio, locura eran muy dificil de determinar. Tenía la sensación de estar incompleta. Justo al llegar al final de mi creación me sentía con el mismo vértigo que al principio, ¿debía tal vez seguir creando sin parar? Ví mi sombra dibujada en la acera, esa forma negra en movimiento que parecía pedirme que volviera a empezar, que todo lo inventado había quedado detrás de esa mancha negra y que era necesario seguir escribiendo. Seguir escribiendo e inventando nuevos personajes todos escondidos detrás de mi sombra.
Empecé con lo fácil, cuestiones de mi aspecto exterior, un color de pelo y un tatuaje de un animal fantástico, cosas que le hacen a uno reconocerse cuando se mira al espejo sin demasiado detenimiento. Inventé un nuevo marido fruto de una relación larga, llena de discusiones y reencuentros. Me costó mucho elaborar su carácter, para que fuera creíble. Sus multiples cambios de humor me tenían confusa, pero supongo que fue una decisión acertada, era uno de esos que toda mujer está dispuesta a inventar. Otra cuestión fueron los niños. Fue muy dificil volver a la infancia para inspirarme en las aficiones típicas de la niñez, además de añadir las características propias de los tiempos actuales, tales como actividades extra escolares, video juegos, los niveles de estudio y la música de moda. Fue pesadísimo pensar en el tipo de familiares, tíos, primos, abuelos, incluso padres y el entorno social al que debían pertenecer. Todo dejaba huella en la invención de mí misma, era como un puzzle en el que todas las piezas tienen importancia para completar el dibujo. Al sopesar los elementos sociales de mi personalidad, me di cuenta que tal vez no podría llegar a ser nadie sin los demás, sin una buena construcción de todos aquellos elementos que no eran yo pero que formaban mis límites, que formaban la idea de mí flotando en sus mentes. Al trabajar en los límites, pensé que también debía emplearme a fondo con mi casa ¿Qué es una persona sin su casa? Así inventé un decorado en el que actuar y representarme a mí misma. Llegué entonces a mis sentimientos, los había estado aplazando durante mucho tiempo. Para reactivarlos, podía inventarme a un amante pero me dio miedo. En lugar de eso, una mascota que aunque requiere algunos cuidados, no resultaría tan problemática. A pesar de todos mis esfuerzos, no sabía cómo debía sentirme, amor, odio, locura eran muy dificil de determinar. Tenía la sensación de estar incompleta. Justo al llegar al final de mi creación me sentía con el mismo vértigo que al principio, ¿debía tal vez seguir creando sin parar? Ví mi sombra dibujada en la acera, esa forma negra en movimiento que parecía pedirme que volviera a empezar, que todo lo inventado había quedado detrás de esa mancha negra y que era necesario seguir escribiendo. Seguir escribiendo e inventando nuevos personajes todos escondidos detrás de mi sombra.
4 comentarios:
La idea es muy buena. Es la puesta en abismo de la literatura: la representación de sí misma, su complejo entretejido.
La primera frase es perfecta...
besos!
musa
Me ha gustado mucho. Supongo que todos nosotros nos reinventamos un poco.
Gracias chicas, Musa y Frida, por estar ahí.
Yo a intentar reinventarme de nuevo.
Afortunado el que pueda reinventarse, pues eso significa que se conoce en su versión genuina (que no es poco).
Besos.
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