Aquella Tarde me sentía confusa. La ciudad me hizo partícipe
de su Entropía. Las calles dibujaban Bifurcaciones difusas. Mi
cabeza me decía que debía estar en la Manifestación pero mi corazón me mandaba
a acudir a la cita. Llegando a la calle Regomir, encontré signos de Errores de correos, acumulación de
cartas en el suelo y un individuo vociferando, tan feo que parecía El hombre elefante . Un verdadero caos, pensé que no llegaría a tiempo.
Al entrar al estrecho Pasillo, me
dije que nada es por casualidad y en un momento que no sabría precisar, ambos
destinos se unieron en uno y bajo aquellos árboles que no tenían nombre y
tampoco lo deseaban, sentí que ese era mi lugar. Tal vez allí, cumplía con los
designios de una verdadera Revolución. Era Elemental e inevitable que me sintiera allí como en una
Celebración familiar.
Los nísperos, magnolios y ficus gigantes olían
irremediablemente a limón y eso me hipnotizaba.
Santi y Marcela en su estado de eterna Luna de Miel, me
recibieron con su Palabra Mecánica. Por
fin, franquee Esa puerta imaginaria. En el fondo, tuve miedo que allí se
repartieran Premios y castigos. Nada más lejos de la realidad.
Todo transcurrió a 250 microcuentos por hora, cuando entró Juan Pablo a escena. Como si todo
ocurriera en dos dimensiones o planos,
puede que Realidades para lelos y
ficción, a la misma vez que íbamos a una velocidad endiablada de microrrelatos, los abanicos marcaban otra
lenta cadencia. Una pulsión que nos arrastraba a un mundo interior que nada tenía
que ver con lo que nos rodeaba y que nos permitía entender parte del
significado de los relatos que invadían el Pati Llimona.
Puede que fuera un Lapsus pero creí estar dentro de un
libro, saltando de página en página, oliendo el papel con ansia fetichista. Una
pequeña ninfa llamada Helena, nos enseñó de manera Instantánea la importancia del juego
de sus letras. Yo por mi parte, me sentía diminuta entre aquellas páginas. Para
no caer, me agarraba a los títulos que sobresalían de aquellos muros de
palabras. Me horroricé al ver que como El hombre que tenía miedo a sus huellas estaba dejando marca con mis pasos en
aquel libro de sueños. Está claro que La intención no es lo que cuenta y
yo sólo me había dirigido allí como oyente pero todos formamos parte de esa
tarde, construyendo una Obra maestra, irrepetible y por eso,
aún más mágica.
Cada uno continuó con sus Labores, unos de
lectores, oyentes, otros de actores y algunos en posesión de la verdad sobre
los microrrelatos y de la literatura en sí. O ¿es que al final es verdad que el
tamaño si que importa? A mi me da igual la maratón que los cien metros, yo lo
que quiero es correr.
Lo que está claro es que me costó muchísimo pasar la última
página de este libro de cuentos. No quería salir de allí. Sonaron las diez y
aunque con dos horas de diferencia, más de una cenicienta perdió su zapato en
aquel patio.
Desde hoy, Declaro mi más completa Fidelidad al universo Internacional Microcuentista.
11 comentarios:
Un modo muy original de contar qué pasó ahí el jueves. Me ha gustado. Y si lo pasaste bien, mejor.
Abrazos,
Víctor
¡Pero qué currazo de links! Gracias por estar presente... Lo sabes, nunca es lo mismo sin ti.
Abrazos de tu amiga argentina.
Elaborada y deliciosa crónica, a base de triangular sensaciones vividas con las respectivas bitácoras que permiten seguir su rastro. Por alusiones, agradezco ese gentil detalle, y confío que en una próxima convocatoria vuelva a convocarse la magia que dispara tu sensibilidad.
¡Estupendo resumen!
Qué reseña tan original, gracias por haber estado ahí, y por compartirlo.
Abrazo.
Aunque no pude estar en el evento, aprovecho para celebrar tu vuelta a la actividad bloggera regular. ¡Que no decaiga!
Preciosas palabras. Dulces como el jugo de limón servido a media tarde. Gracias.
Elena
Preciosas palabras. Dulces como el jugo de limón servido a media tarde. Gracias.
Elena
María José, es una reseña muy especial, llena de magia, llena de sensibilidad. Este encuentro tiene vida mas allá de esa bonita tarde de jueves, estas son las cosas que animan a seguir, a compartir.
Un abrazo
Gracias a todos por compartir vuestros comentarios.
Un abrazo
El arte de tejer, como la vida misma. Un patchwork delicioso que hace honor a la limonada de la tarde. Felicidades M. José... y gracias por estar en los momentos especiales.
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